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La estación de tren de Tarragona ofrece una 'imagen tercermundista'
La no adaptación para discapacitados y la mala combinación de transporte son algunas de las quejas
«Las personas con una movilidad reducida no pueden acceder cómodamente a los andenes». Ésta es una de las frases más repetidas entre los usuarios de la estación de trenes de Tarragona.
Los trenes de Alta Velocidad no circulan por dicha estación, sino por la del Camp de Tarragona, situada entre las poblaciones de La Secuita y Perafort. Así, pues, en el caso de que quisiéramos hacer transbordo (por ejemplo, de Flix a Tarragona, y de Tarragona a Madrid) deberíamos coger otro medio de transporte (taxi o autobús) que nos llevara hasta la Estación del Camp de Tarragona. El trayecto es de aproximadamente 15 minutos.
Éste es el caso de Antonio Zapater, un alicantino que estaba un poco perdido al llegar a la estación de trenes de Tarragona. Y la razón principal es la poca información gráfica que hay en las paredes del edificio y la inutilidad temporal (suponemos) de la pantalla electrónica que contiene los horarios: «Hay poca información de las opciones de enlace hacia Tarragona centro, la estación de autobuses y la Estación del Camp de Tarragona», comentaba el usuario alicantino.
Ahora bien, ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos. Los usuarios destacan la «amabilidad y simpatía» de los profesionales y guardias de seguridad de la estación, cosa que debería ser lo habitual y normal en un trabajo donde el contacto directo con los clientes es primordial. Sin embargo, los usuarios lo señalan.
El acceso entre las vías son escaleras no adaptadas para sillas de ruedas o cochecitos de bebés. «No hay ni rampas ni ascensores, es un poco tercermundista», opinaba Mike Field, un turista canadiense.
Una estación poco turística
Antiguamente, la estación de Tarragona era, básicamente, una estación de transporte de mercancías; transportaban el género desde el Port hacia las industrias periféricas del resto de España. Este aspecto es aún hoy visible y, lógicamente, influye en el estilo o, mejor dicho, en el poco estilo de la estación.
Filo, una turista de Almansa que ha pasado sus vacaciones entre Calafell y Tarragona, explica al Diari que la estación es muy pequeña en relación a la ciudad que tiene detrás: «Parece una estación de paso, de transbordos. La verdad es que me decepcioné», comentaba.
Todos estos argumentos hacen que el futuro de la estación sea incierto, ya que hay otros servicios que perfeccionan de una manera u otra su función. ¿Que debemos hacer con la estación de trenes de nuestra ciudad? ¿Remodelarla o cerrarla?
Impresión equivocada
«Es importante ser, pero también aparentar». Esta cita resume la opinión unánime de los turistas al salir del edificio de la Estación de trenes de Tarragona. Es cierto que la primera impresión sobre un lugar crea unas expectativas determinadas. Jovia, una turista parisina, confiesa que «al salir de la estación tuve la sensación de que iba a visitar una ciudad vieja y pequeña», comentaba. La mirada perdida y el movimiento de cabeza de los turistas muestran la incertidumbre que les genera el paisaje que tienen delante cuando se apean en el recinto tarraconense. Por suerte, la ciudad es otra cosa.