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La inseguridad y el incivismo viajan en transporte público
Los usuarios de algunas líneas de transporte nocturno son testigos habituales de los desmanes de unos pocos
Sucesos | 09/04/2011 - 01:26h - RAÚL MONTILLA
La muerte del vigilante de la estación de Renfe de Castelldefels la semana pasada ha reabierto el debate del incivismo y de la inseguridad en el transporte público. La Vanguardia ha recorrido dos de las líneas nocturnas en las que la Entitat Metropolitana del Transport (EMT) ha comenzado a instalar cámaras de vigilancia para hacer frente a agresiones sufridas por los conductores, para poner freno a los botellones en el interior de los vehículos, a las peleas... Una medida disuasoria para que, como pasó el último año, nadie vuelva a romper la botella en la cabeza de un conductor, para que un viajero no vuelva a sacar una pistola con el bus lleno, para ver cómo corre el resto del pasaje. El recorrido seguirá, en una segunda entrega, en tren.
23.28 horas
El autobús del fin de fiesta
A algunos jóvenes, en silencio, con la mirada perdida, les cuesta mantenerse en pie mientras esperan que se abra la puerta para bajar. Aún así, el N14 operado por Baixbus, que cubre el trayecto entre la plaza Catalunya y la calle Doctor Trueta de Castelldefels, entra en Viladecans. Es el final de fiesta para los adolescentes. “Hoy está siendo muy tranquilo”, apunta Pedro, mientras en la radio suena una copla. Su autobús es uno de los que lleva activo el sistema de videovigilancia. En junio, todos los NitBus de la EMT, las tendrán instaladas. La mayoría de los incidentes se suele dar a primera hora de la noche, cuando los más jóvenes regresan de las discotecas para menores y los mayores comienzan a salir. Las peleas de fuera se llevan dentro. Los botellones. Las borracheras que acaban mal y las que sólo están empezando. Aunque los incidentes se pueden dar en cualquier momento. No sólo es el incivismo, también son los atracos. En la noche se esta muy solo, aunque el autobús esté lleno. La mayoría de los conductores llevan años pidiendo la instalación de mamparas y no desisten, aunque ahora haya cámaras.
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Siempre alerta, nunca se sabe
Un pakistaní con varias barras de pan trata de no quedarse dormido. El N14 se ha quedado vacío y está a punto de llegar a final de recorrido. Es otro de los puntos calientes: peligro de atraco. “Yo creo que la cosa va a peor”, explica Pedro. A punto de cumplir diez años de noche. Los atracos, las agresiones a conductores... No son cada día, pero nunca se sabe. “Una vez me estuvo persiguiendo uno en un coche porque quería que me parase en un punto donde no había parada. Siguiéndome todo el rato”, recuerda. Las policías locales suelen ser las más rápidas en acudir a su llamada. Algunas temporadas, coches patrullas han escoltado a algunos vehículos casi cada día. Y aún así había problemas.
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N16, el bus del botellón
Alejandro espera en una parada de Gavà la llegada del N16. Si fuese después de Semana Santa no se podría subir. Estaría lleno de personas que van de fiesta a Castelldefels. Suele ser el más conflictivo de la noche. “¿Lo de las cámaras? Yo no tengo nada que ocultar”, asegura Alejandro. El N16 va desde la plaza Catalunya hasta la avenida de Bellamar de Castelldefels. Pasa por todo el paseo marítimo de este municipio, se queda cerca de Port Ginesta y por otras muchas zonas de fiesta. A partir de las tres de la madrugada, obvia en su recorrido diez paradas de Castelldefels, la de su paseo marítimo. Entra directamente en la autovía para evitar problemas. “¡ai carai! ops!!”, grita Alejandro y golpea violentamente un cristal. Ha estado a punto de caerse cuando el conductor ha arrancado. “Que ni me toques”, le advierte una mujer a un hombre después de soltarle un tortazo. Los dos están discutiendo, con dificultades para mantener el equilibrio. “Yonkis”, le dice una chica a otra. Las dos se ríen mientras las botellas que llevan en la bolsa chocan una con otra.
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Las primeras rayas de la noche
Suben y bajan grupos de jóvenes. Cuatro se cuelan. A uno de ellos, casi le cuesta caminar. Lleva cara de pocos amigos y con la mirada parece que desafía a los usuarios que va encontrando en su camino. En el bus huele a tabaco. Suena el tintineo de más botellas. Tres jóvenes aspiran con fuerza unas rayas en sus asientos. No se esconden. Ya tienen la mirada perdida. Los que salen de fiesta son mayoría en el bus. Hay carcajadas, gritos, aunque nada que ver con lo que suele ocurrir cuando se acerca el verano. El N16 llega al Paseo Marítimo de Castelldefels y el autobús se va quedando vacío. “Lo peor ya ha pasado. En cualquier momento te puede subir algún loco, pero este viaje, el que sale de Barcelona a las once y media, suele ser el peor”, asegura Josep Maria.
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La tranquilidad de la autovía
Un coche parado en mitad del paseo Marítimo de Castelldefels impide seguir al N16 de Josep Maria. Le hace luces. Pero ni se inmuta. Espera más de tres minutos, hasta que se mueve. “Hoy es uno, cuando llega el verano es toda la calle. Y la gente pasando”, dice sin perder la calma. “Nunca la puedes perder... Llevamos a mucha gente aquí”, añade. En tres años de noche ha visto casi de todo. Circunstancias desagradables que él ha vivido y que han sufrido otros compañeros. Que no se dan cada día, pero se dan... Josep Maria tiene presente casi cada día que a un conductor le reventaron una botella en la cabeza, los atracos, las amenazas... El loco que sacó la pistola porque el autobús estaba muy lleno. Reclamar el pago del billete a según quien ya no vale la pena. Puede ser peligroso. Se ha mejorado en algo desde hace dos años, desde que el N16, a partir de las tres de la madrugada huye del paseo marítimo entrando directamente en la autovía. “La gente se busca la vida, o va a buscar otras líneas, o se espera, o se vuelve en coches de amigos... Pero ya no es todo el mundo de golpe”, explica. Josep Maria quita un poco de hierro al asunto. “Tampoco creo que vayamos a peor... Es un problema de educación, siempre hay quien no la ha tenido”, apunta. Y, añade que, a pesar de todo, le encanta conducir autobuses. “Lo mejor de este trabajo es la gente. Lo peor, alguna gente”, sentencia.
2.27 horas
Todo bajo control
Jordi, al que todos llaman Messeguer –es su segundo apellido– no pierde detalle del monitor que le informa de la situación de cada una de las líneas, del monitor que utiliza para ver las imágenes de las cámaras ya activadas. Inspector de la noche de Baixbus muestra un código elaborado con los conductores para situaciones de alerta. “Así, los conductores podían decir por radio qué problema había, una agresión, pasajeros fumando, y sin que nadie lo supiera. Llamábamos a la policía y se les podía coger in fraganti”, explica. Con las cámaras cambia la cosa: el conductor cuando hay un problema la activa. Desde la central de la empresa en Viladecans se observará todo para actuar con celeridad. Estarán un poco menos solos. Y Messeguer, como siempre, atento. En cualquier momento puede ocurrir algo.