De LV:
Miles de barceloneses se echan a la calle en una verbena que colapsa el metro
La presunta noche más corta del año volvió a ser la más larga para muchísimos profesionales. Para los encargados municipales de recogida de basuras, que se llevaron toneladas de desperdicios de las playas de la Barceloneta. Para la Guardia Urbana y los Mossos d´Esquadra, que intentaron que la verbena no se les fuera de las manos. Para los servicios de urgencia de los hospitales, que tuvieron trabajo extra por los excesos de Sant Joan. Y para los trabajadores del metro que anoche estaban de guardia.
La afluencia de público a las estaciones del suburbano fue tal que tuvieron que cerrar temporalmente los accesos a algunas estaciones de la línea 4, la que va a las playas, como las de Passeig de Gràcia y Urquinaona. Hubo momentos de gran tensión, con una muchedumbre en los andenes y sin que prácticamente se pudiera dar un paso. Vigilantes de seguridad se emplearon a fondo para evitar accidentes y caídas a las vías. Hubo momentos, pasada la medianoche, en que en los andenes de Urquinaona hubo hasta 5.000 personas.
Ir en metro a esas horas era una aventura. Encontrar un taxi, un milagro. Muchos de los viajeros que pretendían llegar a la playa en metro se encontraron con que no podían realizar el trasbordo en estas paradas o ni siquiera acceder a ellas desde la calle. Un portavoz del metro aseguró que el servicio funcionaba "correctamente", aunque se demostró incapaz de asumir el volumen de pasajeros pasada la medianoche. El cierre temporal, agregó, "es una medida obligada por motivos de seguridad cuando los convoyes no pueden absorber el alud de usuarios". Las previsiones, como en otras citas festivas de la ciudad, volvieron a fallar. Las reacciones de los afectados fueron desde la impaciencia y la protesta hasta la resignación, aunque no pocos optaron por realizar el resto del trayecto a pie, ya que tomar un autobús tampoco resultaba lo más fácil y subir a un taxi, aun asumiendo el sobrecoste del servicio de anoche, se convirtió en una misión imposible.
Como los taxistas, otros que no dieron abasto fueron los pasteleros, a quienes se les acumuló el trabajo la víspera. Se calcula que las ventas de las tradicionales cocas alcanzaron la cifra de 1,65 millones de unidades. Las de más éxito, un año más, fueron las de brioche con frutas y piñones, seguidas de las de chicharrones y las de piñones rellena de crema. Nuevos gustos, no obstante, se abren paso, como los de las cocas rellenas de chocolate o nata. Una coca para cuatro personas costaba ayer una media de entre 16 y 30 euros, dos o tres más que el pasado año y, seguramente, dos o tres menos que el año que viene.
Otros que no les fueron a la zaga fueron los vendedores de petardos. Esta madrugada se lanzaron enormes cantidades de material pirotécnico, sobre todo en las playas de la ciudad, que se han convertido en un imán para los verbeneros. Un total de 32 voluntarios de la Creu Roja permanecieron en puntos estratégicos de las playas de Sant Sebastià, Icària-Bogatell y la Mar Bella. Que no les hablaran tampoco a ellos de la noche más corta del año.
Entre los voluntarios había un médico, tres enfermeras, siete socorristas acuáticos, nueve socorristas básicos, tres jefes de instalación, tres técnicos de apoyo sanitario, tres conductores, un patrón de embarcación y dos coordinadores de emergencias. Guardias urbanos con decenas de verbenas de servicio a sus espaldas recordaban esta madrugada los sobresaltos que han tenido el día después, al desalojar las playas. "Hace dos años, una señora se lanzó al agua y casi se ahoga a unos metros de nosotros". En otra ocasión, entre las montañas de desperdicios recuperadas de la arena se hallaron los pantalones y ropa interior de alguien. "La pregunta es cómo llegaría a su casa". El Ayuntamiento hará pública esta mañana la cantidad de residuos retirados del litoral de la ciudad. Un somero examen realizado durante esta madrugada permite aventurar que la cifra será espectacular, aunque probablemente no llegará a las 16 toneladas que se limpiaron en el año 2004. La afluencia a las playas, con ser una vez más masiva, tampoco parecía que fuera a superar las 170.000 que se congregaron hace tres años.