Molt interessant aquest article, us recomano que el llegiu. Una persona visionaria, a la que no van fer gaire cas en el seu temps, i va quedar apartada de projectes com el de l'estació de l'AVE a Sagrera (típic dels polítics). La part de l'entrevista dedicada al tema, ja que se'n parla de més (veure l'enllaç)
http://www.lavanguardia.com/cultura/201 ... iones.html
Xavier Basiana: "He ido por delante del Ayuntamiento en varias ocasiones"
El impulsor de la vibrante Nau Ivanow fue el ideólogo -apenas reconocido- de la estación de AVE en La Sagrera
Cultura | 15/10/2011 - 00:17h
Meritxell M. Pauné
Dice que no sirve para la fama, pero fácilmente podría ser uno de los arquitectos y fotógrafos más mediáticos de Barcelona. En la ciudad preolímpica, cuando todos mirábamos la transformación del litoral, Xavier Basiana (Manresa, 1953) soñaba despierto desde su ventana con vistas al enjambre de vías de La Sagrera. É
l allí veía un gran parque lineal y una segunda estación de tren para Barcelona e incluso convenció a Norman Foster para realizar el proyecto. No es la única idea que Basiana ha regalado a la ciudad. Sin hacer ruido,
ha presentado al Ayuntamiento numerosos de sus recientes proyectos estrella (las Fábricas de Creación, el Sant Andreu Teatre, Can Fabra…), que el consistorio ha absorbido enseguida, aunque realizándolos a su manera y sin contar con él. Hace 13 años levantó desde cero la Nau Ivanow: una fábrica de pintura en ruinas que hoy expone originales de Miró, es escenario del GREC y sirve de local de ensayo para taquilleros musicales en gira internacional. También ejerce de invernadero (y mecenas) de talentos desconocidos y disciplinas que aún no tienen nombre. Su última idea es convertir un rincón de la nave auxiliar en espacio gastronómico. No pocos han comparado la Ivanow con la célebre The Factory de Andy Warhol, un piropo que Basiana siempre recibe sonriente… y un poco sonrojado.
Para ser hijo de Manresa, su huella en La Sagrera y en Sant Andreu es enorme. ¿Se siente un poco padre de la transformación del barrio?
Un poco de huella sí que habré dejado. Soy luchador de carácter y he hecho cositas para mejorar mi barrio. Cada vez que leo una noticia del Plan Sant Andreu – La Sagrera pienso: "Ostras, si lo inicié yo cuando nadie pensaba en esta zona". He tenido sueños y, mira, se han hecho realidad. No me incomoda que La Sagrera cambie, las ciudades que están vivas van cambiando. Me hubiera gustado participar más de su transformación, pero sólo he podido dejar constancia del cambio en libros y fotografías. Para La Sagrera, si se hace bien, será un salto muy importante.
¿Cómo surgió la visión de un gran parque dónde sólo había vías de tren?
Yo entonces ejercía de arquitecto y, pese a tener unos treinta y pico años, la Diputación me había ofrecido el gran honor de estar supervisando las obras del Palau Sant Jordi. Eso me puso en contacto con los grandes nombres de la arquitectura, pero a la vez seguía muy involucrado con mi barrio, a través de la asociación de vecinos. Cambiar mi entorno era la forma de empezar a cambiar el mundo. Barcelona estaba transformando su litoral pero La Sagrera quedaba fuera del gran salto.
Y yo veía mucho potencial en esta enorme zona de vías. De la idea a la práctica intervino el azar. Conocí a un arquitecto que trabajaba con el artífice del Hotel Arts, un promotor internacional muy potente de capital asiático. Y contactamos con él para que nos encargara un estudio sobre esta área con la hipótesis que algún día podría acoger una gran estación ferroviaria. ¡Y enseguida nos dijo que sí, lo vio clarísimo!
Entonces la estación de Sants era la protagonista indiscutida.
Pero
hacía años que se decía, en las facultades y en el Plan General Metropolitano, que Barcelona necesitaría una segunda estación. Se empezaba a hablar del AVE, que se estaba proyectando en Sevilla, y
nosotros nos planteamos que si la alta velocidad llegase aquí como enlace con Francia La Sagrera sería el emplazamiento perfecto. Entregamos el estudio finalizado al promotor e incluso lo enseñamos a Pasqual Maragall, a quien le gustó muchísimo. El promotor, Travesteald, había hecho una gran transformación urbanística en Londres y vio muchas posibilidades de negocio en estos terrenos económicamente deprimidos. Cómo tenía que buscar inversores en Asia, enseguida vimos que mi firma no le serviría.
Yo era un desconocido, un jovenzuelo. "¡Necesitamos un mediático!", dijimos. Y pensamos en Foster porque estaba haciendo la torre de telecomunicaciones de Collserola y conocía la ciudad. Y sí, le encantó y se sumó enseguida.
¿Qué pasó con el proyecto? ¿Por qué no triunfó?
Funcionó para mí, porque la experiencia en el estudio de Londres fue una pasada. Y el proyecto se desarrolló fantásticamente, pero de pronto Travesteald hizo suspensión de pagos, que por eso el Hotel Arts no se terminó del todo a tiempo para los Juegos Olímpicos. ¡Así que nos encontramos con un proyecto estupendo en las manos, pero sin ser propietarios de los terrenos ni tener cliente que nos encargara la obra! Quedó en pura ilusión. Pensamos que al menos lo presentaríamos a la sociedad y el 1993 hicimos unas jornadas informativas en La Barraca, el centro cívico de La Sagrera. Claro, para el barrio fue un acontecimiento. ¡Norman Foster en La Barraca! El Ayuntamiento alucinó. Pero acabó así, porque legalmente no podíamos hacer nada más. Editamos toda la documentación, fotos y planos en el libro 1984-1994 Barcelona Transfer.
¿Cómo llamaron a la estación?
El estudio inicial se llamaba sencillamente Sagrera Station, luego con Foster la bautizamos como Rec Comtal, en homenaje a la antigua acequia que proveía Barcelona. El parque que proyectamos encima de las vías incluía un lago muy bonito en forma de canal alargado.
¿Por qué el Ayuntamiento no recogió el guante, teniendo ya el trabajo hecho?
Bueno,
eran años complicados en Urbanismo. Políticamente era bicéfalo, socialista y comunista, y no se ponían muy de acuerdo. Miraron hacia esos terrenos, eso sí, y en base a nuestra idea iniciaron su propio proyecto. No nos llamaron nunca para reunirnos ni nada, no sé qué objeciones tendrían a nuestro plan. Recuerdo una buena anécdota, de
cuando fuimos a presentarlo a la Generalitat, al conseller Molins. Cuando vieron esa propuesta, pusieron unos ojos… "¡Eso lo tenemos que guardar, que no lo vean los socialistas!", comentaban. Vieron que era una medalla política y no querían que Maragall, además de la olímpica, pudiera colgarse también ésta. Luego vinieron las luchas políticas, pasaron los años y al final convocaron un concurso inaccesible para nosotros, los requisitos eran muy complicados. Además, con el tiempo y las dificultades, aquella ilusión inicial se enfrió. Puse mis energías en nuevos sueños, como la Ivanow. Hombre,
me hubiera gustado que me llamaran, claro, pero no ha podido ser. Y ya han pasado 20 años. Estoy contento que al menos se esté haciendo la estación.
Cuando, algún día, finalicen todas las obras del Pla Sant Andreu – La Sagrera y estrenemos la nueva estación, ¿qué legado quedará de su plan con Norman Foster?
El concepto de parque lineal, que era el fundamento del proyecto. El gran lago ha quedado muy reducido, pero habrá uno. Y la ubicación de la estación se ha mantenido.
¿No le sabe mal que su paternidad haya quedado enterrada?
Ya lo dirá alguien algún día, no tengo que ser yo el que lo reivindique. Me ha pasado muchas veces en este distrito. He ido por delante del Ayuntamiento en varias ocasiones.
Propusimos la reconversión de Can Fabra en mediateca y biblioteca a petición del movimiento vecinal de Sant Andreu y la idea cuajó bien. Pero luego a la hora de la verdad, el Ayuntamiento montó un concursó y dio el proyecto a otra gente. Con el Sant Andreu Teatre y los multicines de la Rambla Fabra i Puig pasó igual. En fin, aunque por las ideas no se cobre nada, estoy contento de haber contribuido a mejorar mi barrio.