Badajoz-Madrid en Talgo, toda una odisea
Posted: Monday 26/10/2009 12:39
REGIONAL
Badajoz-Madrid en Talgo, toda una odisea
Cuatrocientos kilómetros, diez paradas y cinco horas y 20 minutos separan la ciudad de la capital
ANA BORNAY | BADAJOZ
Cuatrocientos kilómetros y un tortuoso viaje de más de cinco horas en tren separan Badajoz de Madrid. A priori puede seducir poco embarcarse en semejante aventura pero lo cierto es que el tempranero Talgo es una de las pocas opciones factibles para desplazarse a la capital.
Un taxi espera frente a mi portal. Es demasiado temprano como para arriesgarse a intentar llegar en hora a coger un tren haciendo uso del transporte urbano pacense. Parece noche cerrada, pero a través de la ventanilla veo a un frutero tirar de un carrillo cargado hasta arriba de verduras. Estamos en pleno mes de octubre. Sin embargo, a pesar de ser las siete y cuarto de la mañana, los termómetros marcan 18 ºC.
La ciudad despierta lentamente mientras los más madrugadores me deslumbran con los faros de sus turismos mientras cruzo el Puente de la Universidad.
Subo Carolina Coronado y justo al final, junto a la rotonda, el 1 espera a que den y media para adentrarse, como cada día, en el entramado de calles y avenidas del centro en su camino hacia San Roque.
La estación está prácticamente desierta. Quizás sea porque es un lunes cualquiera. Miro mi billete para saber hacia donde debo encaminar mis pasos.
Vagón nueve
Entro en el vagón nueve, donde un sin fin de butacas vacías aguardan. Sólo una de ellas está ocupada. El viajero en cuestión, septuagenario, espera mano sobre mano a que arranque el tren.
Son las siete y treinta y cinco minutos y empieza a notarse un ligero traqueteo que adormece.
«Cojo este tren porque los otros son terroríficos aunque este tampoco es gran cosa», dice el viajero solitario con el que comparto habitáculo.
No le falta razón. Si se pretende ir sobre raíles, hay pocas posibilidades aparte de esta. Solamente hay dos convoyes más. Uno de ellos sale de Badajoz a las 14.20 para llegar a su destino a las 19.58. El otro, sólo apto para valientes, sale a las 12.40 para llegar a Madrid después de más de siete horas de peregrinaje.
«Desde aquí hasta Cáceres es para morirse, son dos horas de camino. En Mérida estamos parados media hora», afirma Ramón, un residente en Pinto que todos los meses sin excepción se enfrenta él solo a un viaje interminable con el único fin de ver a su familia.
«Te duermes»
En Montijo sube una joven que en seguida se hunde en su butaca y trata de evadirse con su 'Ipod'. «Suelo venir cada tres semanas y es horroroso, aunque ir en el Talgo es más llevadero. Al salir tan temprano te duermes un poco», explica Juana, una joven estilista que trabaja en una conocida revista de moda. Para ella el tren es lo más cómodo ya que desde su localidad natal no hay autobuses directos hasta Madrid.
No obstante, confiesa haberse desplazado alguna vez a Mérida para utilizar el servicio exprés de Auto-Res. «Son unas cuatro horas pero es más caro y en el tren con el carnet joven hacen descuento».
La opción del avión no es muy popular. Aunque por aire se puede llegar en una hora y diez minutos los precios son prohibitivos, sobre todo si los billetes se compran a última hora.
Juana ni se lo plantea y, como tantos extremeños, espera la llegada de la Alta Velocidad a la región como agua de mayo.
«No sé que pasará primero, que llegue el AVE o que yo me compre un coche», bromea la montijana. Hay quienes opinan que el ansiado servicio no tendrá una demanda significativa. Sin embargo, entre los pacenses que hacen uso de este Talgo hay muchos dispuestos a pagar un poco más por reducir a una hora y 55 minutos cada trayecto.
Los primeros rayos del sol se reflejan en las aguas del embalse de Proserpina antes de que el tren haga parada en la capital autonómica. Un azafato se pone sobre el traje chaqueta una especie de bata reflectante antes de iniciar una maniobra que nos mantiene en el andén más tiempo del deseado y que anima a Ramón a bajarse a tomar el fresco.
De visita familiar
Son las 8.17 y Marcos, un gallego residente en Pamplona se sienta frente a mí. Por delante tiene más de 10 horas de viaje. En Madrid tomará un Albia que no llegará hasta la capital navarra hasta las seis de la tarde. Ha venido a ver a su hermano, que trabaja en la ciudad romana. «No creo que esta zona esté bien comunicada. Otras veces he venido en coche. Si hubiera AVE lo cogería, aunque fuese más caro», admite.
En Cáceres un aluvión de viajeros ocupan prácticamente la totalidad de las plazas que seguían vacantes. El espacio para el equipaje es muy limitado y una señora de mediana edad no tiene más remedio que llevar consigo el bulto. Los asientos enfrentados no suelen ser muy cómodos y la mujer, que sufre en uno de ellos, aprovecha la maleta para estirar las piernas y echar una cabezadita.
En Cañaveral se monta una pareja cargada de maletas y cajas de cartón anudadas con un cordel.
La estampa me evoca a viajes de otra época. Trayectos no tan lejanos en el tiempo en los que era habitual comer, merendar y cenar en un vagón en el que iban subiendo vecinos de infinidad de pueblos pacenses cargados de perrunillas, chorizos y paciencia en un periplo que duraba toda una jornada.
Más allá de Madrid
Si llegar a la capital puede ser una odisea, subir más al norte puede ser un calvario.
En el Talgo hay muchas parejas, por lo general de mayores, que continúan su viaje hasta Barcelona. Suelen ser emigrantes que pasan largas temporadas en sus lugares de origen y que vuelven donde pasaron la mayor parte de su vida.
Entre ellos está el matrimonio de Cañaveral. «Hemos estado en el pueblo tres meses y ahora volvemos porque tenemos allí a los hijos», explica la señora.
También hay algún que otro joven que se dirige a la ciudad condal por motivos laborales. «Cuando llegue, cogeré un AVE, aunque tengo que esperar. Renfe no garantiza los transbordos si no hay al menos una hora entre la llegada y la salida», relata un joven de Navalmoral.
A partir de las doce y media empezamos a cruzarnos con varios trenes de Cercanías. Son las doce y 57 cuando hacemos la penúltima de las 10 paradas del itinerario. Aunque desde hace algunos meses el recorrido finaliza en Chamartín, la mayoría de los viajeros, como Sabina, se bajan en Atocha. Se quedan en Madrid.
http://www.hoy.es/20091025/regional/bad ... 91025.html
Badajoz-Madrid en Talgo, toda una odisea
Cuatrocientos kilómetros, diez paradas y cinco horas y 20 minutos separan la ciudad de la capital
ANA BORNAY | BADAJOZ
Cuatrocientos kilómetros y un tortuoso viaje de más de cinco horas en tren separan Badajoz de Madrid. A priori puede seducir poco embarcarse en semejante aventura pero lo cierto es que el tempranero Talgo es una de las pocas opciones factibles para desplazarse a la capital.
Un taxi espera frente a mi portal. Es demasiado temprano como para arriesgarse a intentar llegar en hora a coger un tren haciendo uso del transporte urbano pacense. Parece noche cerrada, pero a través de la ventanilla veo a un frutero tirar de un carrillo cargado hasta arriba de verduras. Estamos en pleno mes de octubre. Sin embargo, a pesar de ser las siete y cuarto de la mañana, los termómetros marcan 18 ºC.
La ciudad despierta lentamente mientras los más madrugadores me deslumbran con los faros de sus turismos mientras cruzo el Puente de la Universidad.
Subo Carolina Coronado y justo al final, junto a la rotonda, el 1 espera a que den y media para adentrarse, como cada día, en el entramado de calles y avenidas del centro en su camino hacia San Roque.
La estación está prácticamente desierta. Quizás sea porque es un lunes cualquiera. Miro mi billete para saber hacia donde debo encaminar mis pasos.
Vagón nueve
Entro en el vagón nueve, donde un sin fin de butacas vacías aguardan. Sólo una de ellas está ocupada. El viajero en cuestión, septuagenario, espera mano sobre mano a que arranque el tren.
Son las siete y treinta y cinco minutos y empieza a notarse un ligero traqueteo que adormece.
«Cojo este tren porque los otros son terroríficos aunque este tampoco es gran cosa», dice el viajero solitario con el que comparto habitáculo.
No le falta razón. Si se pretende ir sobre raíles, hay pocas posibilidades aparte de esta. Solamente hay dos convoyes más. Uno de ellos sale de Badajoz a las 14.20 para llegar a su destino a las 19.58. El otro, sólo apto para valientes, sale a las 12.40 para llegar a Madrid después de más de siete horas de peregrinaje.
«Desde aquí hasta Cáceres es para morirse, son dos horas de camino. En Mérida estamos parados media hora», afirma Ramón, un residente en Pinto que todos los meses sin excepción se enfrenta él solo a un viaje interminable con el único fin de ver a su familia.
«Te duermes»
En Montijo sube una joven que en seguida se hunde en su butaca y trata de evadirse con su 'Ipod'. «Suelo venir cada tres semanas y es horroroso, aunque ir en el Talgo es más llevadero. Al salir tan temprano te duermes un poco», explica Juana, una joven estilista que trabaja en una conocida revista de moda. Para ella el tren es lo más cómodo ya que desde su localidad natal no hay autobuses directos hasta Madrid.
No obstante, confiesa haberse desplazado alguna vez a Mérida para utilizar el servicio exprés de Auto-Res. «Son unas cuatro horas pero es más caro y en el tren con el carnet joven hacen descuento».
La opción del avión no es muy popular. Aunque por aire se puede llegar en una hora y diez minutos los precios son prohibitivos, sobre todo si los billetes se compran a última hora.
Juana ni se lo plantea y, como tantos extremeños, espera la llegada de la Alta Velocidad a la región como agua de mayo.
«No sé que pasará primero, que llegue el AVE o que yo me compre un coche», bromea la montijana. Hay quienes opinan que el ansiado servicio no tendrá una demanda significativa. Sin embargo, entre los pacenses que hacen uso de este Talgo hay muchos dispuestos a pagar un poco más por reducir a una hora y 55 minutos cada trayecto.
Los primeros rayos del sol se reflejan en las aguas del embalse de Proserpina antes de que el tren haga parada en la capital autonómica. Un azafato se pone sobre el traje chaqueta una especie de bata reflectante antes de iniciar una maniobra que nos mantiene en el andén más tiempo del deseado y que anima a Ramón a bajarse a tomar el fresco.
De visita familiar
Son las 8.17 y Marcos, un gallego residente en Pamplona se sienta frente a mí. Por delante tiene más de 10 horas de viaje. En Madrid tomará un Albia que no llegará hasta la capital navarra hasta las seis de la tarde. Ha venido a ver a su hermano, que trabaja en la ciudad romana. «No creo que esta zona esté bien comunicada. Otras veces he venido en coche. Si hubiera AVE lo cogería, aunque fuese más caro», admite.
En Cáceres un aluvión de viajeros ocupan prácticamente la totalidad de las plazas que seguían vacantes. El espacio para el equipaje es muy limitado y una señora de mediana edad no tiene más remedio que llevar consigo el bulto. Los asientos enfrentados no suelen ser muy cómodos y la mujer, que sufre en uno de ellos, aprovecha la maleta para estirar las piernas y echar una cabezadita.
En Cañaveral se monta una pareja cargada de maletas y cajas de cartón anudadas con un cordel.
La estampa me evoca a viajes de otra época. Trayectos no tan lejanos en el tiempo en los que era habitual comer, merendar y cenar en un vagón en el que iban subiendo vecinos de infinidad de pueblos pacenses cargados de perrunillas, chorizos y paciencia en un periplo que duraba toda una jornada.
Más allá de Madrid
Si llegar a la capital puede ser una odisea, subir más al norte puede ser un calvario.
En el Talgo hay muchas parejas, por lo general de mayores, que continúan su viaje hasta Barcelona. Suelen ser emigrantes que pasan largas temporadas en sus lugares de origen y que vuelven donde pasaron la mayor parte de su vida.
Entre ellos está el matrimonio de Cañaveral. «Hemos estado en el pueblo tres meses y ahora volvemos porque tenemos allí a los hijos», explica la señora.
También hay algún que otro joven que se dirige a la ciudad condal por motivos laborales. «Cuando llegue, cogeré un AVE, aunque tengo que esperar. Renfe no garantiza los transbordos si no hay al menos una hora entre la llegada y la salida», relata un joven de Navalmoral.
A partir de las doce y media empezamos a cruzarnos con varios trenes de Cercanías. Son las doce y 57 cuando hacemos la penúltima de las 10 paradas del itinerario. Aunque desde hace algunos meses el recorrido finaliza en Chamartín, la mayoría de los viajeros, como Sabina, se bajan en Atocha. Se quedan en Madrid.
http://www.hoy.es/20091025/regional/bad ... 91025.html