'El Sevillano' llegará antes que el AVE
Posted: Tuesday 08/01/2008 9:17
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'El Sevillano' llegará antes que el AVE
El Museu d'Història de la Inmigració de Catalunya rehabilita un vagón del histórico tren que transportó a millares de andaluces hasta Catalunya | Manuela de Madre fue una de las muchas niñas que emigró en familia en 'el Sevillano'
Luis Benvenuty | Sant Adrià de Besòs
José tenía ocho años. Se escondió bajo el asiento de madera. Su padre no pudo comprar billetes para todos. Se dedicaba a llenar carretillas de arena y llevarlas a una fábrica de ladrillos, en Murcia. Cada noche, sus hijos le esperaban para saber si cenarían. Su madre criaba conejos. Pero el niño no recuerda comer conejo. En horas se dio cuenta de que el revisor sólo se paseaba por los vagones tras las paradas. Salió del escondrijo. El tren estaba abarrotado de negros.
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Esta es una historia del Sevillano, el tren de la mayoría de los dos millones que dejaron sus hogares en toda España en los sesenta para venir a Catalunya. Una parte de aquellos vagones acabaron en América central. Otros en el desguace. El Museu d'Història de la Immigració de Catalunya, en Sant Adrià de Besòs, obtuvo uno gracias la fundación Renfe. Lo rehabilita la empresa Totseriman, asesorada por el Museo del Ferrocaril de Vilanova. El Sevillano llegará antes que el AVE.
"Por este vagón -explica Imma Boj, la directora del museo- pasaron un millón de personas en las últimas décadas; un millón de historias y epopeyas que explican lo que somos hoy. El 14 de enero llegará al museo y el 19 lo inauguraremos. La Diputación aporta 20.000 euros. Al principio el vagón no podrá visitarse por dentro, pero lo musealizaremos. Cada compartimento explicará parte del viaje".
El niño José Martínez es hoy un jubilado con los hijos casados. Uno es ejecutivo de una farmacéutica. La pequeña es economista. Pero José aún recuerda ir de puntillas, en 1948, esquivando las piernas de los que dormían en el suelo con la maleta de cartón como almohada. Hombres solitarios, planes, familias, hambre, niños, esperanza, pobreza, padres, añoranza, madres, ilusión, abuelos, miedo... Todos negros.
El tren era tan lento que la gente saltaba a airearse, orinar, robar naranjas. Las ventanas estaban abiertas por el calor y el humo inundaba los vagones, tiznaba los rostros. Aún restaba día y medio de viaje. Algunos discutieron por nada. Pero la mayoría conservó el buen humor. José se despertó y vio que muchos arrojaban sus maletas y luego saltaban con el tren en marcha, y corrían por el campo. La estación de França estaba llena de policías.
Entre 1945 y principios de los sesenta fueron internados en el Pabellón de las Misiones de Montjuïc, el Centro de Clasificación de Indigentes del Ayuntamiento de Barcelona, miles de personas antes de ser devueltos a la fuerza a su tierra de origen. En los cincuenta llegaron a Barcelona y sus alrededores medio millón de inmigrantes españoles. Durante décadas se dijo que Franco favoreció la emigración a Barcelona, pero la verdad es que la reprimió durante lustros.
Un informe municipal de 1953 dice que "ya rebasan las 4.000 las personas reintegradas a sus pueblos, entre ellas familias con sus ajuares, evitándose su instalación en barracas". Al régimen le preocupaba que la proliferación de infraviviendas alimentara revueltas. Entre 1945 y 1957, el Gobierno Civil y el Ayuntamiento tuvieron un servicio para detener y evacuar a "mendigos e indigentes" que llegaban a las estaciones. Policía Armada y Guardia Civil controlaban los accesos.
La detención de los que no tenían domicilio fijo se hizo según "las normas del gobernador", hasta una ordenanza municipal de 1955 que decía que "los agentes de muelles y estaciones y demás accesos a la ciudad conducirán al pabellón a toda persona que pueda ser sospechosa de ejercer la mendicidad". Allí se determinaba su destino "según sean válidos o inválidos, sanos o enfermos, necesitados o profesionales de la mendicidad, jóvenes o ancianos y de esta ciudad o de otras".
La socialista Manuela de Madre fue afortunada. Su padre vino un mes antes y encontró trabajo, en 1966. Además, tenían parientes con domicilio en Barcelona que podían responder por ellos ante la Guardia Civil. "El humo entraba en los compartimentos -recuerda-. Iba con mi madre y mis hermanos, había mucha gente de pie, los asientos eran de madera. El Sevillano era un tren lentísimo, y todos dormíamos sentados". "Tenía doce años, estaba a la expectativa -sigue la histórica ex alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet-, mis padres me decían que íbamos a un sitio mejor pero me desagradaba dejar a mis amigos y la calle donde jugaba. Muchos me habían dicho que los catalanes eran raros, no se les entendía, eran tacaños, se guardaban el pollo de un caldo para otro... No sabía dónde estaba Barcelona".
Barcelona y el barrio de Verdum le parecieron grises y mortecinos y Santa Coloma peor: inhumanos bloques de pisos, calles sin asfaltar, sin alcantarillas, sin ambulatorios. Se matriculó en el instituto, encontró trabajo en el mercado de La Estrella y en una tienda, porque era espabilada y sabía coser y arreglar mangas. Se afilió a la UGT. En 1979 fue elegida concejal en Santa Coloma, luego alcaldesa...
Boj insiste: las historias del Sevillano explican el presente de este país. Hoy José es uno de los representantes de los comerciantes de Badalona. Y Boj agrega: el Sevillano es ahora un autocar que viene de, por ejemplo, Polonia. Un bus lleno de hombres solitarios, planes, familias, hambre, niños, esperanza, bebés, pobreza, padres, añoranza, madres, ilusión, abuelos, miedo...
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'El Sevillano' llegará antes que el AVE
El Museu d'Història de la Inmigració de Catalunya rehabilita un vagón del histórico tren que transportó a millares de andaluces hasta Catalunya | Manuela de Madre fue una de las muchas niñas que emigró en familia en 'el Sevillano'
Luis Benvenuty | Sant Adrià de Besòs
José tenía ocho años. Se escondió bajo el asiento de madera. Su padre no pudo comprar billetes para todos. Se dedicaba a llenar carretillas de arena y llevarlas a una fábrica de ladrillos, en Murcia. Cada noche, sus hijos le esperaban para saber si cenarían. Su madre criaba conejos. Pero el niño no recuerda comer conejo. En horas se dio cuenta de que el revisor sólo se paseaba por los vagones tras las paradas. Salió del escondrijo. El tren estaba abarrotado de negros.
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Esta es una historia del Sevillano, el tren de la mayoría de los dos millones que dejaron sus hogares en toda España en los sesenta para venir a Catalunya. Una parte de aquellos vagones acabaron en América central. Otros en el desguace. El Museu d'Història de la Immigració de Catalunya, en Sant Adrià de Besòs, obtuvo uno gracias la fundación Renfe. Lo rehabilita la empresa Totseriman, asesorada por el Museo del Ferrocaril de Vilanova. El Sevillano llegará antes que el AVE.
"Por este vagón -explica Imma Boj, la directora del museo- pasaron un millón de personas en las últimas décadas; un millón de historias y epopeyas que explican lo que somos hoy. El 14 de enero llegará al museo y el 19 lo inauguraremos. La Diputación aporta 20.000 euros. Al principio el vagón no podrá visitarse por dentro, pero lo musealizaremos. Cada compartimento explicará parte del viaje".
El niño José Martínez es hoy un jubilado con los hijos casados. Uno es ejecutivo de una farmacéutica. La pequeña es economista. Pero José aún recuerda ir de puntillas, en 1948, esquivando las piernas de los que dormían en el suelo con la maleta de cartón como almohada. Hombres solitarios, planes, familias, hambre, niños, esperanza, pobreza, padres, añoranza, madres, ilusión, abuelos, miedo... Todos negros.
El tren era tan lento que la gente saltaba a airearse, orinar, robar naranjas. Las ventanas estaban abiertas por el calor y el humo inundaba los vagones, tiznaba los rostros. Aún restaba día y medio de viaje. Algunos discutieron por nada. Pero la mayoría conservó el buen humor. José se despertó y vio que muchos arrojaban sus maletas y luego saltaban con el tren en marcha, y corrían por el campo. La estación de França estaba llena de policías.
Entre 1945 y principios de los sesenta fueron internados en el Pabellón de las Misiones de Montjuïc, el Centro de Clasificación de Indigentes del Ayuntamiento de Barcelona, miles de personas antes de ser devueltos a la fuerza a su tierra de origen. En los cincuenta llegaron a Barcelona y sus alrededores medio millón de inmigrantes españoles. Durante décadas se dijo que Franco favoreció la emigración a Barcelona, pero la verdad es que la reprimió durante lustros.
Un informe municipal de 1953 dice que "ya rebasan las 4.000 las personas reintegradas a sus pueblos, entre ellas familias con sus ajuares, evitándose su instalación en barracas". Al régimen le preocupaba que la proliferación de infraviviendas alimentara revueltas. Entre 1945 y 1957, el Gobierno Civil y el Ayuntamiento tuvieron un servicio para detener y evacuar a "mendigos e indigentes" que llegaban a las estaciones. Policía Armada y Guardia Civil controlaban los accesos.
La detención de los que no tenían domicilio fijo se hizo según "las normas del gobernador", hasta una ordenanza municipal de 1955 que decía que "los agentes de muelles y estaciones y demás accesos a la ciudad conducirán al pabellón a toda persona que pueda ser sospechosa de ejercer la mendicidad". Allí se determinaba su destino "según sean válidos o inválidos, sanos o enfermos, necesitados o profesionales de la mendicidad, jóvenes o ancianos y de esta ciudad o de otras".
La socialista Manuela de Madre fue afortunada. Su padre vino un mes antes y encontró trabajo, en 1966. Además, tenían parientes con domicilio en Barcelona que podían responder por ellos ante la Guardia Civil. "El humo entraba en los compartimentos -recuerda-. Iba con mi madre y mis hermanos, había mucha gente de pie, los asientos eran de madera. El Sevillano era un tren lentísimo, y todos dormíamos sentados". "Tenía doce años, estaba a la expectativa -sigue la histórica ex alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet-, mis padres me decían que íbamos a un sitio mejor pero me desagradaba dejar a mis amigos y la calle donde jugaba. Muchos me habían dicho que los catalanes eran raros, no se les entendía, eran tacaños, se guardaban el pollo de un caldo para otro... No sabía dónde estaba Barcelona".
Barcelona y el barrio de Verdum le parecieron grises y mortecinos y Santa Coloma peor: inhumanos bloques de pisos, calles sin asfaltar, sin alcantarillas, sin ambulatorios. Se matriculó en el instituto, encontró trabajo en el mercado de La Estrella y en una tienda, porque era espabilada y sabía coser y arreglar mangas. Se afilió a la UGT. En 1979 fue elegida concejal en Santa Coloma, luego alcaldesa...
Boj insiste: las historias del Sevillano explican el presente de este país. Hoy José es uno de los representantes de los comerciantes de Badalona. Y Boj agrega: el Sevillano es ahora un autocar que viene de, por ejemplo, Polonia. Un bus lleno de hombres solitarios, planes, familias, hambre, niños, esperanza, bebés, pobreza, padres, añoranza, madres, ilusión, abuelos, miedo...