A la zebra, ni cas
Posted: Sunday 18/01/2009 21:17
Un article interessant de La Vanguardia en paper d'avui:
A la cebra, ni caso
Los vehículos respetan menos el paso de cebra en Barcelona que en Madrid
FRANCESC PEIRÓN - Barcelona
Que ochenta años no son nada..., como se verá. Los conductores barceloneses son menos respetuosos con los pasos de cebra - los que dan preferencia al peatón donde no hay señal semafórica-que los de Madrid. Dicho esto sin ánimo de crear un nuevo frente de rivalidad y con la única intención de dejar constancia de lo que indican algunos estudios, avalan los técnicos y certifican los ciudadanos que han residido en ambos lugares.
Y eso que la capital catalana, supuestamente de conducción menos estresada que la de su replicante española, pasa por ser pionera en pintar sobre la calzada las anchas rayas blancas. Así, esta semana se ha cumplido, en concreto el pasado día 14, el octogésimo aniversario de la irrupción del primer paso de cebra en Barcelona. Según cuentan los cronistas, el cruce de Portal de l´Àngel con plaza Catalunya fue el lugar elegido. Pero una cosa es ser y otra estar. Si se está un rato observando cruces de este tipo, como el de la foto que ilustra la primera página del Vivir,en la confluencia de Rius i Taulet con la avenida Maria Cristina, se concluye que ocho décadas no han sido suficientes para conformar una actitud cívica en los conductores, cuestión en la que pocos están exentos de responsabilidad.
En ese cruce de Montjuïc,un matrimonio espera, obligatoriamente, a que media docena de vehículos circulen negándose a verlos - alguno a velocidad contaminante-y, después de cerciorarse con esmero de que no viene ningún otro, se atreven a dar el paso. "Si, hemos estado muy vigilantes, el cebra no lo hace nadie", dice él. Entonces tercia ella: "No lo respetamos, nosotros tampoco, porque, cuando vamos en el coche, nos molesta que un viandante nos haga parar".
Víctimas del incivismo y también protagonistas. Pere Sauret, director técnico de la fundación del RACC, considera que esa desconsideración hacia el viandante es una cuestión cultural. "Conozco el caso de Alemania. Allí, cuando pones un pie en la calzada, los coches se detienen automáticamente, mientras que aquí se tiende a no parar". En el cruce de Travessera de Gràcia con Amigó, una mujer, que espera un momento de calma motorizada, ilustra el debate con la definición de que "los coches aceleran".
Un informe elaborado por la revista Consumer Eroski - uno de los pocos estudios que existen sobre esta materia-sitúa a Barcelona en la cola del respeto a los pasos de cebra. Según este documento, un 69% de los conductores infringe la norma. En Madrid ese porcentaje baja al 40%. Los que han tenido la experiencia de residir en las dos grandes capitales han llegado a la conclusión de que esta conducta está directamente relacionada con la configuración urbana de la una y de la otra. A los 4.500 kilómetros de calles le corresponden 2.076 cruces semaforizados, mientras que en Barcelona esa proporción se dispara, puesto que a sólo 1.300 kilómetros de asfalto le tocan en torno a 2.000 cruces regulados con la señalización luminosa. De lo que se deduce que el paso de cebra está mucho más presente en la capital de España que en el cap i casal de Catalunya, por lo que también se ha acostumbrado más a detenerse ante el caminante.
Àngel López, director de Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona, reconoce que, desde el punto de vista personal, tiene la percepción del poco civismo barcelonés a la hora del respeto a los viandantes y que en Madrid se tiene más cuidado. "Aquí hemos de poner muchas cosas en bastante menos espacio", remarca, sin olvidar que una petición recurrente de los vecinos es que les pongan semáforos.
La diferencia también se establece en el plano práctico. En el reportaje de la página 3, elaborado en las calles madrileñas, hay peatones que aseguran que a los cebra se les considera. Por contra, en las vías barcelonesas, y al menos en el trabajo de campo realizado, ni una sola voz se pronunció en ese sentido. Algunos cruces resultan flagrantes. Uno de los más espectaculares es el de la calle Còrsega con Xifré. Como los vehículos están recién salidos del rojo - unos 200 metros atrás-,no hay quien pare. Da igual que el que espera sea adolescente, adulto, una mujer con carrito de bebé, o un anciano que se ayuda de un bastón. Una pareja de abuelos parece que se va a eternizar en la acera, lado montaña. Pasan ocho, doce vehículos. Unos conductores hacen que no ven, otros son arrogantes y los hay que alzan la mano para pedir disculpas, sin frenar, claro. Los abuelos siguen ahí. Por fin, él coge a su mujer y se deciden. Creen tener tiempo, pero ya se acercan cuatro turismos. Tres aminoran, el otro les pita de soberbia.
La paradoja la explica Àngel López. Pese a la falta de civismo, los cruces sin semáforos dejan menos víctimas que los que están regulados lumínicamente. "Cuando sólo es paso de cebra se tiene más cuidado, con la luz verde nos relajamos", indica. Una investigación determinó que dos de cada diez viandantes no respetan el semáforo. En el 2008, el RACC y el Ayuntamiento hicieron una campaña porque uno de cada tres muertos de tráfico en Barcelona eran peatones. El 90% fallecieron al cruzar fuera del paso. Al año se han conseguido resultados y de una media de 15 viandantes fallecidos se ha bajado a diez.
Ole Thorson, presidente de la Federación Internacional de Peatones, apunta a la indefinición legislativa sobre a quién se le da la prioridad. Y añade: "El paso de cebra no se vigila con suficiente celo. Se controla mucho que un coche esté mal aparcado, pero no si se respeta el paso o si los peatones también actúan bien".
SERGIO HEREDIA - Madrid
MANO DURA
El elevado número de peatones muertos ha hecho que la capital ya multe a los viandantes
LA PRUEBA Los vehículos se paran pero esto no evita que haya madrileños más que escépticos
Arriba, presidiendo, la majestuosa Puerta de Alcalá. A sus pies, una vaca del Cow Parade, (en este caso, un esperanzado homenaje a Madrid 2016). Junto a ella se retrata un grupo de turistas. Desde el este, desde el barrio de Salamanca, los coches bajan disparados. Apuran los semáforos, circundan el monumento y se esparcen en sus múltiples desembocaduras. En una arista, la salida hacia Salustiano Olozaga, el paso de peatones se angosta. Dos letreros señalizan el tramo y otro marca la velocidad: 30. Los transeúntes, vecinos enjutos y turistas mapa en mano, cruzan confiados.
- "Se lo digo en serio: en Madrid se respetan los pasos de peatones. Más que en ninguna otra capital. Aquí se paran todos los coches", dice un jubilado madrileño encogido por el frío.
El hombre no se lo piensa dos veces confiado, pasa sin prestarle demasiada atención al tráfico.
Es cierto, los vehículos se detienen. Lo hace una docena de ellos, durante un buen rato. Tras el jubilado llegan tres parejas, cogidas del brazo. En quince segundos, se forman tres hileras de coches: ninguno pita.
En términos generales, Madrid, con sus 4.500 kilómetros de calles y sus 2.076 cruces semaforizados (según estadísticas municipales), supera la prueba. La inspección del cruce se prolonga por un cuarto de hora: el 70% de los vehículos se detiene y espera pacientemente a que el transeúnte atraviese el tramo.
- "No sé qué me cuenta, caballero - replica un quiosquero de la plaza, pelín escéptico y pelín malhumorado, mientras trajina con los diarios-.Amí, si los coches se paran o no, ni lo sé ni me interesa.
La prueba se traslada cien metros más abajo. Es el cruce de Alcalá con Alfonso XI. También se trata de un pasaje estrecho, de un solo carril, la desembocadura de las callejuelas que circundan el museo del Prado. Un rayo de sol se cuela entre los edificios. Convergen un Golf negro y una chica joven a pie. El coche se detiene. Luego coinciden un Peugeot 106 azul, con cuatro jóvenes barbudos a bordo, y dos peatones, universitarios carpeta en mano. El coche se detiene. En diez minutos, se han cruzado allí 28 vehículos y 34 paseantes. Se han esperado 22 coches. Por los vehículos, han fallado tres motos, dos furgonetas repartidoras y un ejecutivo que manipulaba el móvil. Los taxistas han estado impecables.
- "No sé que quiere que le diga - responde un agente de movilidad, de amarillo fosforito, el rostro bajo la bufanda-.Yo tengo la sensación de que en Madrid no se respetan los pasos de peatones. Cuando se cruza, hay que andarse con mucho ojo".
Las palabras del agente concuerdan con las estadísticas recientes, decepcionantes hasta hace un tiempo. En el 2007, dos de cada cinco muertos en accidentes de tráfico en la capital iban a pie (en total, 23 de las 57 víctimas). Como el porcentaje superaba a la media nacional (una de cada tres víctimas iba a pie), el Ayuntamiento decidió intervenir: hoy, no sólo paga el conductor infractor, sino también el transeúnte que cruce por donde no debe. El peatón que vulnere las ordenanzas se enfrenta a 90 euros de multa.
Más abajo, en el paseo del Prado, a la altura del Museo Naval, frente a la Bolsa, en el monumento al soldado desconocido, se encuentra un paso de accesibilidad estupenda, todo un modelo: tres carriles de bajada y tres de subida, las aceras son amplias, no hay obstáculos a la vista, ni señales, ni papeleras, ni árboles. La visibilidad es estupenda. Los coches, de nuevo los taxistas, cumplen a rajatabla. Los peatones, también.
- "¡Madrid está lleno de cámaras y agentes! ¿Quién va a saltarse una cebra?", ice un oficinista joven y sonriente, cruzando a paso lento.
- "Bueno, el Ayuntamiento se ha puesto muy duro con todo esto. Hace un par de años había bastantes atropellos en la ciudad - dice otro-.El equipo municipal se lo ha currado mucho últimamente: en Majadahonda han iluminado los pasos peatonales con faros halógenos. Han quedado muy bonitos, se lo aseguro. Pero si las lucecitas te retratan saltándote la señal, te la cargas".
A la cebra, ni caso
Los vehículos respetan menos el paso de cebra en Barcelona que en Madrid
FRANCESC PEIRÓN - Barcelona
Que ochenta años no son nada..., como se verá. Los conductores barceloneses son menos respetuosos con los pasos de cebra - los que dan preferencia al peatón donde no hay señal semafórica-que los de Madrid. Dicho esto sin ánimo de crear un nuevo frente de rivalidad y con la única intención de dejar constancia de lo que indican algunos estudios, avalan los técnicos y certifican los ciudadanos que han residido en ambos lugares.
Y eso que la capital catalana, supuestamente de conducción menos estresada que la de su replicante española, pasa por ser pionera en pintar sobre la calzada las anchas rayas blancas. Así, esta semana se ha cumplido, en concreto el pasado día 14, el octogésimo aniversario de la irrupción del primer paso de cebra en Barcelona. Según cuentan los cronistas, el cruce de Portal de l´Àngel con plaza Catalunya fue el lugar elegido. Pero una cosa es ser y otra estar. Si se está un rato observando cruces de este tipo, como el de la foto que ilustra la primera página del Vivir,en la confluencia de Rius i Taulet con la avenida Maria Cristina, se concluye que ocho décadas no han sido suficientes para conformar una actitud cívica en los conductores, cuestión en la que pocos están exentos de responsabilidad.
En ese cruce de Montjuïc,un matrimonio espera, obligatoriamente, a que media docena de vehículos circulen negándose a verlos - alguno a velocidad contaminante-y, después de cerciorarse con esmero de que no viene ningún otro, se atreven a dar el paso. "Si, hemos estado muy vigilantes, el cebra no lo hace nadie", dice él. Entonces tercia ella: "No lo respetamos, nosotros tampoco, porque, cuando vamos en el coche, nos molesta que un viandante nos haga parar".
Víctimas del incivismo y también protagonistas. Pere Sauret, director técnico de la fundación del RACC, considera que esa desconsideración hacia el viandante es una cuestión cultural. "Conozco el caso de Alemania. Allí, cuando pones un pie en la calzada, los coches se detienen automáticamente, mientras que aquí se tiende a no parar". En el cruce de Travessera de Gràcia con Amigó, una mujer, que espera un momento de calma motorizada, ilustra el debate con la definición de que "los coches aceleran".
Un informe elaborado por la revista Consumer Eroski - uno de los pocos estudios que existen sobre esta materia-sitúa a Barcelona en la cola del respeto a los pasos de cebra. Según este documento, un 69% de los conductores infringe la norma. En Madrid ese porcentaje baja al 40%. Los que han tenido la experiencia de residir en las dos grandes capitales han llegado a la conclusión de que esta conducta está directamente relacionada con la configuración urbana de la una y de la otra. A los 4.500 kilómetros de calles le corresponden 2.076 cruces semaforizados, mientras que en Barcelona esa proporción se dispara, puesto que a sólo 1.300 kilómetros de asfalto le tocan en torno a 2.000 cruces regulados con la señalización luminosa. De lo que se deduce que el paso de cebra está mucho más presente en la capital de España que en el cap i casal de Catalunya, por lo que también se ha acostumbrado más a detenerse ante el caminante.
Àngel López, director de Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona, reconoce que, desde el punto de vista personal, tiene la percepción del poco civismo barcelonés a la hora del respeto a los viandantes y que en Madrid se tiene más cuidado. "Aquí hemos de poner muchas cosas en bastante menos espacio", remarca, sin olvidar que una petición recurrente de los vecinos es que les pongan semáforos.
La diferencia también se establece en el plano práctico. En el reportaje de la página 3, elaborado en las calles madrileñas, hay peatones que aseguran que a los cebra se les considera. Por contra, en las vías barcelonesas, y al menos en el trabajo de campo realizado, ni una sola voz se pronunció en ese sentido. Algunos cruces resultan flagrantes. Uno de los más espectaculares es el de la calle Còrsega con Xifré. Como los vehículos están recién salidos del rojo - unos 200 metros atrás-,no hay quien pare. Da igual que el que espera sea adolescente, adulto, una mujer con carrito de bebé, o un anciano que se ayuda de un bastón. Una pareja de abuelos parece que se va a eternizar en la acera, lado montaña. Pasan ocho, doce vehículos. Unos conductores hacen que no ven, otros son arrogantes y los hay que alzan la mano para pedir disculpas, sin frenar, claro. Los abuelos siguen ahí. Por fin, él coge a su mujer y se deciden. Creen tener tiempo, pero ya se acercan cuatro turismos. Tres aminoran, el otro les pita de soberbia.
La paradoja la explica Àngel López. Pese a la falta de civismo, los cruces sin semáforos dejan menos víctimas que los que están regulados lumínicamente. "Cuando sólo es paso de cebra se tiene más cuidado, con la luz verde nos relajamos", indica. Una investigación determinó que dos de cada diez viandantes no respetan el semáforo. En el 2008, el RACC y el Ayuntamiento hicieron una campaña porque uno de cada tres muertos de tráfico en Barcelona eran peatones. El 90% fallecieron al cruzar fuera del paso. Al año se han conseguido resultados y de una media de 15 viandantes fallecidos se ha bajado a diez.
Ole Thorson, presidente de la Federación Internacional de Peatones, apunta a la indefinición legislativa sobre a quién se le da la prioridad. Y añade: "El paso de cebra no se vigila con suficiente celo. Se controla mucho que un coche esté mal aparcado, pero no si se respeta el paso o si los peatones también actúan bien".
SERGIO HEREDIA - Madrid
MANO DURA
El elevado número de peatones muertos ha hecho que la capital ya multe a los viandantes
LA PRUEBA Los vehículos se paran pero esto no evita que haya madrileños más que escépticos
Arriba, presidiendo, la majestuosa Puerta de Alcalá. A sus pies, una vaca del Cow Parade, (en este caso, un esperanzado homenaje a Madrid 2016). Junto a ella se retrata un grupo de turistas. Desde el este, desde el barrio de Salamanca, los coches bajan disparados. Apuran los semáforos, circundan el monumento y se esparcen en sus múltiples desembocaduras. En una arista, la salida hacia Salustiano Olozaga, el paso de peatones se angosta. Dos letreros señalizan el tramo y otro marca la velocidad: 30. Los transeúntes, vecinos enjutos y turistas mapa en mano, cruzan confiados.
- "Se lo digo en serio: en Madrid se respetan los pasos de peatones. Más que en ninguna otra capital. Aquí se paran todos los coches", dice un jubilado madrileño encogido por el frío.
El hombre no se lo piensa dos veces confiado, pasa sin prestarle demasiada atención al tráfico.
Es cierto, los vehículos se detienen. Lo hace una docena de ellos, durante un buen rato. Tras el jubilado llegan tres parejas, cogidas del brazo. En quince segundos, se forman tres hileras de coches: ninguno pita.
En términos generales, Madrid, con sus 4.500 kilómetros de calles y sus 2.076 cruces semaforizados (según estadísticas municipales), supera la prueba. La inspección del cruce se prolonga por un cuarto de hora: el 70% de los vehículos se detiene y espera pacientemente a que el transeúnte atraviese el tramo.
- "No sé qué me cuenta, caballero - replica un quiosquero de la plaza, pelín escéptico y pelín malhumorado, mientras trajina con los diarios-.Amí, si los coches se paran o no, ni lo sé ni me interesa.
La prueba se traslada cien metros más abajo. Es el cruce de Alcalá con Alfonso XI. También se trata de un pasaje estrecho, de un solo carril, la desembocadura de las callejuelas que circundan el museo del Prado. Un rayo de sol se cuela entre los edificios. Convergen un Golf negro y una chica joven a pie. El coche se detiene. Luego coinciden un Peugeot 106 azul, con cuatro jóvenes barbudos a bordo, y dos peatones, universitarios carpeta en mano. El coche se detiene. En diez minutos, se han cruzado allí 28 vehículos y 34 paseantes. Se han esperado 22 coches. Por los vehículos, han fallado tres motos, dos furgonetas repartidoras y un ejecutivo que manipulaba el móvil. Los taxistas han estado impecables.
- "No sé que quiere que le diga - responde un agente de movilidad, de amarillo fosforito, el rostro bajo la bufanda-.Yo tengo la sensación de que en Madrid no se respetan los pasos de peatones. Cuando se cruza, hay que andarse con mucho ojo".
Las palabras del agente concuerdan con las estadísticas recientes, decepcionantes hasta hace un tiempo. En el 2007, dos de cada cinco muertos en accidentes de tráfico en la capital iban a pie (en total, 23 de las 57 víctimas). Como el porcentaje superaba a la media nacional (una de cada tres víctimas iba a pie), el Ayuntamiento decidió intervenir: hoy, no sólo paga el conductor infractor, sino también el transeúnte que cruce por donde no debe. El peatón que vulnere las ordenanzas se enfrenta a 90 euros de multa.
Más abajo, en el paseo del Prado, a la altura del Museo Naval, frente a la Bolsa, en el monumento al soldado desconocido, se encuentra un paso de accesibilidad estupenda, todo un modelo: tres carriles de bajada y tres de subida, las aceras son amplias, no hay obstáculos a la vista, ni señales, ni papeleras, ni árboles. La visibilidad es estupenda. Los coches, de nuevo los taxistas, cumplen a rajatabla. Los peatones, también.
- "¡Madrid está lleno de cámaras y agentes! ¿Quién va a saltarse una cebra?", ice un oficinista joven y sonriente, cruzando a paso lento.
- "Bueno, el Ayuntamiento se ha puesto muy duro con todo esto. Hace un par de años había bastantes atropellos en la ciudad - dice otro-.El equipo municipal se lo ha currado mucho últimamente: en Majadahonda han iluminado los pasos peatonales con faros halógenos. Han quedado muy bonitos, se lo aseguro. Pero si las lucecitas te retratan saltándote la señal, te la cargas".