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Barcelona retira las guías para invidentes de las paradas de los autobuses por peligrosas
El Ayuntamiento busca ahora una solución definitiva después de constatar el fracaso de un invento que no tiene ni tres años de vida
Más de un millón de euros públicos volatilizados, esfumados, mal gastados, desperdiciados... Ahora estas cosas duelen más que nunca. Es la factura de los cerca de 1.500 pequeños caminos de caucho que indican a los invidentes los pasos que dar para llegar con facilidad primero a la marquesina y luego a la puerta del autobús. Son 1.500 caminos dispuestos por el Ayuntamiento de Barcelona no hace ni tres años y que, muy pronto, se revelaron inútiles, instalados de manera precipitada, incluso un tanto peligrosos para los viandantes. Por ello, los están cambiando. Sin prisa pero sin pausa, sobre todo sin prisa. Es el ritmo que marcan estos tiempos de dificultades económicas.
Y es que esta suerte de alfombrillas de goma rugosa se quiebran, se rompen y pierden pedazos con demasiada facilidad. Les salen hasta flecos, se abomban y esconden desperdicios. El pie se engancha, sobre todo el del niño, y el del anciano, y el del patinador y sus ruedas. Ocurre en todos los barrios de la ciudad.
La intemperie degrada estos pegotes a un ritmo muy superior al previsto, muy por encima de la capacidad del Ayuntamiento de la capital catalana para sustituirlos por un nuevo ingenio. Por ello, a ojos vistas, se desenganchan piezas enteras dejando al descubierto la cola seca, un pegamento aplastado que aplana la superficie y que, especialmente en caso de lluvia, resbala una barbaridad.
Los caminos de goma no sirven. Especialmente no son útiles para su propósito inicial. A golpe de bastón apenas se sienten. Despistan a los invidentes, los confunden. Por todo ello, el año pasado, el Ayuntamiento inició ya la sustitución de los pavimentos más degradados. El criterio del actual gobierno de Barcelona es retirar todos aquellos que están en mal estado para proceder a su renovación. En estos momentos se trata de una prioridad municipal.
Ahora se opta por nuevos caminos, nuevos caminos que no se adhieren al piso, sino que forman parte de él y que están formados por una serie de baldosas de distinto relieve al del resto de la acera, un relieve bien fácil de detectar mediante el bastón blanco. Ahora el Consistorio ha constituido una mesa con las principales entidades ciudadanas preocupadas por la accesibilidad a fin de que las nuevas soluciones resulten definitivas.
Ahora no se quiere ningunear la opinión de muchos expertos, para que este despropósito impropio de una ciudad tradicionalmente concienciada en estos temas no se repita. El principal inconveniente de este plan de renovación es el propio de estos tiempos de dificultades, lo que eufemísticamente se viene a llamar "disponibilidad presupuestaria", o, mejor dicho, la falta de ella.
Los nuevos caminos totalmente integrados en la acera cuestan del orden de unos 100 euros por metro cuadrado. El coste para adaptar una parada tipo del Eixample ronda los 500 euros. En estos momentos, apenas suman poco más de medio centenar en toda Barcelona. La orden municipal es retirar de inmediato todos los tramos de caucho en mal estado en el momento en que sean detectados. Pero, en realidad, paseando por la capital catalana, de parada en parada, resulta mucho más sencillo encontrarse con estos caminos de goma echados a perder, con las piezas de caucho amontonadas junto a la marquesina del autobús, que con las nuevas guías formadas por baldosas bien arraigadas en el suelo, aquellas que realmente cumplen con su función.
Si al menos los caminillos de caucho tuvieran algún valor en sí mismos, alguien aparecería para robarlos y quitarlos de en medio, como ocurre con el hilo de cobre o el papel de los contenedores de reciclaje. Así, al menos, no molestarían y nadie se tropezaría con ellos. Pero se ve que las alfombrillas de caucho con relieve no están precisamente en alza ni el mercado negro ni en ningún otro. Nadie da un céntimo por ellas.
Lo cierto es que, hoy por hoy, resulta mucho más fácil tropezarse por Barcelona con marquesinas que no ofrecen ningún tipo de ayuda a las personas con la visión reducida que con paradas que dispongan del nuevo sistema de panots, de baldosas. El proceso de reforma se antoja lento.
La historia de todo este despropósito arrancó en el año 2009, cuando todo aún se antojaba una mala racha pasajera. Entonces, en el marco de los planes del presidente Zapatero contra la crisis económica, Barcelona apostó por una iniciativa para adaptar las paradas del autobús urbano.
El plan original incluía desplazar árboles, instalar indicadores para personas en silla de ruedas, disponer guías de plástico para los invidentes... Se destinaron a todo ello 3,1 millones de euros. De ellos, 1,3 sirvieron para financiar los dichosos caminos de caucho, para instalar hasta 1.449 de estos trastos sin atender las opiniones de muchos que de veras entienden de movilidad.
Ya en el año 2010, recién estrenados, empezaron a dar sus primeros problemas. Comenzaron a estropearse, despegarse, quebrarse. La empresa encargada de las obras reparó entonces, mientras aún estaba vigente la garantía de la obra, 160 de estas guías. Los resultados finales fueron tan decepcionantes que el Ayuntamiento de Barcelona no devolvió a la empresa el aval depositado, de algo menos de 140.000 euros. Con todo, los ciudadanos de Barcelona todavía están pagando una iniciativa precipitada.